lunes, 6 de julio de 2015

Cuenta regresiva

Oficialmente doy inicio a la cuenta regresiva.

viernes, 19 de junio de 2015

A good old-fashioned catharsis

Esta noche he dado, por casualidad, con el baúl de los recuerdos. Fotos y memorias que creí estaban depositadas en algún almacén en lo más profundo del archivo histórico de mi subconsciente han visto la luz, por primera vez, en cientos de días; y no, lamentablemente, la bronca aún no se va.

Fue tan abrupta la realidad que resulta difícil saber con exactitud lo que sucedió. Aquella noche comprendí la posición que ocupaba en la lista de prioridades de dos personas; y, por extraño que parezca, la primera me impulsó a los brazos de la segunda. Y desde ese entonces, la segunda no me volvió a soltar.

Ha sido cuesta arriba todo lo vivido desde esa desastrosa primera cita hasta la fecha. Marcados altibajos forman parte la introducción de nuestra historia. He llorado tanto… he llorado por ira, tristeza, desesperación y felicidad. ¡Sí! ¡Felicidad! Recordé el sosiego que viene al alma tras el llanto causado puramente por la dicha de ser feliz. Y que mejor día para hacerlo que el día de mi cumpleaños; pequeños, muy pequeños detalles bastaron para hacerme sentir la mujer más bendecida del mundo.

Después de todo lo vivido (en vidas pasadas), de cierto que no soy la misma persona. Algo sucedió en mí. Seguramente, mi corazón emprendió un estado de transición que hizo posible que, sin realmente querer, aquello que es esencial se me develara ante mis ojos; poco a poco, el aprecio por las cosas simples volvió. Comencé a recordar quién fui antes de colocarme, voluntariamente, la venda en los ojos.

Lo esencial pasó a cobrar el protagonismo que la pasión le había robado. La limerencia es palpable en el aire. Mi alma ya no tiene ese brillo de mil soles, hiriente a la vista cada vez que lograba iluminarse; pero tiene algo que no existía previamente, es un ser luminiscente, tal es así que, aunque su luz sea pequeñita, puede distinguirse a miles de kilómetros de distancia. Muy oportunamente, la catarsis arrojó resultados.

Al momento, planifico mi futuro sin tener la menor idea de que es lo que me espera. Cientos de miles de planes nacen cada hora, el noventa y nueve por ciento de ellos absolutamente irrealizables; y sin embargo, puedo estar absolutamente segura de una cosa: es él con quien quiero pasar el resto de mis días.

miércoles, 14 de enero de 2015

Tratando de perderme en la noche


“Train yourself to let go of 
everything you fear to lose.”


Mil y un estrellas han surcado el firmamento desde que escribí este post, tu último post. Para ser sincera, muchas cosas no han cambiado. Aún cierro mis ojos y espero que estar a tu lado. Trato de olvidar lo que fue, lo que sentí; pero tu 'te amo' sigue aquí, tú sigues aquí.

Esta vez hice nuevas promesas. Varias las cumplí. Un par de ellas demasiado tarde, creo yo. Recuerdo también lo que quise/quisimos hacer y ahora nuevamente todo no es más que palabras.

También sigo esperando noticias tuyas. De hecho, siempre lo hago. Igual que antes, las noticias nunca llegan.

Tengo nuevas cicatrices, y a las viejas heridas les he agarrado cariño.

Lastimosamente, no tengo idea de dónde quedó tu corazón. Conmigo estuvo un par de horas, en contados días. Días en los que tus manos, tus ojos, tu voz decían todo lo contrario a las palabras que pronunciabas.

Asumo que, para este entonces, hemos aprendido un sinfín de lecciones. Empero, aún cometemos el error de ofrecer lo que no podemos dar. Darnos un 'te amo' o un 'soy tuyo' que se esfumará ante la primera eventualidad que surja. Nunca has luchado por mí, nunca has regresado por mí, nunca has esperado por mí. Estoy acostumbrada a darlo todo y no recibir nada a cambio.

Es imposible, por supuesto que lo es. Simplemente porque la apuesta es demasiado alta y, siendo muy sinceros: por qué apostarías por mí si nunca me creíste. Pediste y pediste que me quede, pero eso ya lo olvidaste. Me quedé, de hecho sigo estando aquí.

Sigue siendo igual de fuerte, tanto o más como cuando escribí este post, igual o más como hace 2434 días atrás. Todo es igual. Duele exactamente igual.

Mis celos actualmente se basan en detalles tan particulares que rayan en lo absurdo. Ya no me duelen las personas. Me duele lo que haces con ellas, tonterías como caminar a tu lado o acompañarte en tú cumpleaños. Sonreír mientras hay más gente alrededor. Permitir que propios y ajenos sepan lo que siento. Esperar a que le cuentes a alguien más sobre lo que sientes por mí.

Como dije previamente: imposible.

Hace dos semanas estuve llorando en la cama mientras él dormía a mi lado. No me quedó remedio más que soltarlo todo. Duermo junto a él aún sabiendo que ambos tenemos el corazón roto. El mío, porque tú me lo rompiste; el suyo, porque yo se lo rompí a él.

Para ti siempre ha sido fácil, tienes el superpoder de olvidarlo todo en menos de un respiro. O al menos, encuentras a alguien que te ayude en esta tarea. Yo no. Yo lo revivo todo, todos los días. Repaso conversaciones, actos, gestos, caricias. Recuerdo los momentos en los que me querías y en los que no, también. Y aunque no pedí nada de esto, heme aquí, contemplando los pedazos que con tanto esfuerzo logré unir.

Te extraño. Más por las noches. Más aún cuando hace frío.

Estoy plenamente segura de que en algún momento me amaste. También estoy más que convencida de que esto te dio mucho miedo. La apuesta es demasiado alta. No es propio de ti arriesgarlo todo por causas que desde el inicio consideras perdidas.

Como tú me lo recordaste tantas veces: imposible.

Sé que tus argumentos vestidos de verdades no son mas que excusas; así como mis mentiras no son más que escudos protectores. Sin embargo, sé que hubo un momento, un maravilloso y breve momento, en el que me amaste. Y quizá esa sea la única razón por la que todo esto sucedió.

No tengo 15 años, pero vale la pena entregar la vida entera por ese breve instante. Vale la pena querer con la inocencia de los 15. Vale la pena querer con la sinceridad de los 15. Vale la pena tener el corazón roto de los 15. Al menos así sé que este nunca dejó de ser mi primer gran amor.

Sé que me amaste. Por cinco minutos, me amaste. Pero para mí son más de 2434 noches.

Lo único que puedo pensar ahora es en aquella tarde en que olvidaste algo en tu casa y, aunque no dije nada, por un breve instante creí que se trataba de mi regalo de navidad. Por eso hice lo que hice.

Soy solamente yo que sigo teniendo deseos de cosas imposibles.

Jamás ha quedado tan claro como en este momento.

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Enero 14, 2015

Por las noches resulta más difícil. Cerrar los ojos y esperar que esté a tu lado. Riendo contigo. Tratas de olvidar lo que fue, lo que sentiste; pero su rostro sigue aquí, él sigue aquí.

Recuerdas las promesas, recuerdas los sacrificios, recuerdas todo aquello que quisiste hacer y ahora no son más que palabras.

Lo abrazaste, lo besaste, lo confortaste; en el preciso momento en que te estaba dando la espalda. Y lo dejaste ir.

Pero su rostro sigue aquí. En cada momento. Y ahora, ahora más que antes esperas noticias suyas. Noticias que nunca llegarán.

Deseas ir a verlo, cada una de las fibras de tú cuerpo tan maltrecho desea un beso; ese último beso. Y sin embargo, lo único que te queda son las cicatrices. El destino, no conformándose con las cicatrices emocionales, te ha dejado de regalo grandes marcas para que no olvides nunca lo que estabas dispuesta a entregar como sacrificio. 

Y al final, recuperaste tu corazón de su anterior poseedor para perderlo de nuevo. Quisiste dejar de amar a su anterior amo únicamente para que él te rompa el corazón de nuevo.

¿Cuánto tiempo debe pasar para que aprendas? Qué debe pasar para que entiendas, aunque encuentres testigos, ninguno de ellos responderá. ¿Cuándo aprenderás a distinguir entre ceguera y oscuridad?


¿Volverás? ¡Dime si mañana volverás!
Como lo has hecho cada tarde, 
para contarme cómo muere el día.


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